Envíos Bogotá: +10.000
Envíos Nacionales: +15.000

Envíos Bogotá: +10.000
Envíos Nacionales: +15.000

Mamá, Yo soy bueno amando

Recientemente, estábamos jugando con unas cartas diseñadas para fomentar la comunicación con los hijos, con preguntas provocativas. La suerte nos llevó a preguntarle a Alejo: «¿En qué crees que eres bueno?» y su respuesta quedará grabada en mi memoria y mi corazón para siempre: «Mamá, yo soy bueno amando». En ese momento supe que, a sus tres años, estábamos en el camino correcto, que mi hijo estaba aprendiendo lo realmente importante para su desarrollo como persona.

Como mamás, hemos visto y leído sobre la sorprendente habilidad con la que se desarrolla el cerebro en los primeros años de vida de nuestros hijos. Algunas, como yo, creemos que eso implica exponerlos a cuantas cosas se nos ocurran. Confieso que Alejo, a sus seis meses, escuchaba Mozart, Beethoven, Bach, Queen, sonidos de la naturaleza, instrumentales suaves, tambores, rondas infantiles en diferentes idiomas y clásicos vallenatos, para que, en medio del frío bogotano, no perdiera sus raíces costeñas.

Durante su primer año, estaba comprometida con todas las actividades que encontraba en internet para que Alejo fuera un niño inteligente. Nadaba en espaguetis de colores, le hice un tapete sensorial, tenía una caja de cartón grande para meterse y pintar, un aro para estimularlo, juegos para experimentar olores y sabores nuevos, rutinas en su gimnasio, y todo lo que estuviera a mi alcance. Hoy me da un poco de risa, pero si tuviera la oportunidad, no dudaría en volver a hacerlo.

Cuando leí a Álvaro Bilbao, reconocido por su best seller «El Cerebro del niño explicado a los padres», me di cuenta de que no estaba tan mal. No por las metodologías que de forma desestructurada estaba implementando, sino porque a través de esos momentos, estábamos interactuando, jugando y ofreciéndole no solo oportunidades para explorar, sino lo más importante: amor.

Si bien nuestros hijos vienen programados para aprender de nosotros, hacerlo en un espacio seguro, de juego, en el que se sientan amados, marca la diferencia. Actividades sencillas como ir al parque, al campo, a hacer compras, jugar, cocinar juntos, bailar en la sala de la casa, leer un libro, hacer un camping con sábanas en el cuarto, abrazarlos, apapacharlos y decirles que los amamos varias veces al día, favorecen su desarrollo cognitivo, emocional y social, y al mismo tiempo, fortalecen nuestro vínculo con ellos.

Entonces, si ya sabemos que los primeros años de la infancia son determinantes en el desarrollo mental y emocional de nuestros hijos, ¿por qué no aprovechamos al máximo esta ventana de oportunidad que tenemos como padres para invertir en un proyecto que siempre será parte de nuestras vidas?

Además, este es el momento en el que somos sus personas favoritas, una parte importante de su mundo. Así que destinar un tiempo de juego y programar actividades con nuestros hijos resulta, para mí, una excelente inversión a corto y largo plazo.

Mi Libro

"¡Chipopita, es hora de jugar! Cuentos para imaginar en familia"

Categorías

Últimas publicaciones

  • All Posts
  • Adventures
  • Comunicación
  • Creations
  • Crianza
  • Escritura
  • Learning
  • Storybook
Edit Template

© 2024 Todos los derechos reservados – desarrollado por la Agencia Rúbrica